Otra visión del mundo


La esencia de un cuento radica en su capacidad para condensar emociones, conflictos y lecciones en un formato accesible. En este artículo, exploramos los elementos básicos que conforman un cuento y cómo estos trabajan juntos para crear una historia envolvente


Redacción Crónica Norte

MONTREAL.— ¿Alguna vez te has preguntado por qué ciertos cuentos nos conmueven tanto? Imagina un mundo donde los personajes cobran vida y las historias nos transportan a lugares lejanos, haciéndonos sentir emociones intensas. ¿Cómo se construyen estos mundos? Desde los cuentos de hadas hasta las novelas más complejas, todas las historias comparten ciertos elementos fundamentales que las hacen únicas y poderosas.

Un cuento es una narración breve, generalmente en prosa, que relata una historia ficticia con un inicio, desarrollo y desenlace bien definidos. En algunos casos el cuento captura un momento preciso y revelador de la vida. Gabriel García Márquez lo dice así: “El cuento es una especie de fotografía instantánea de la realidad”.

Pero, ¿qué es lo que realmente hace que un cuento funcione? En este artículo, exploraremos los elementos básicos que conforman un cuento y cómo estos trabajan juntos para crear una historia cautivadora.

Elementos básicos del cuento

Los personajes

¿Qué es un personaje? Un personaje es cualquier ser, real o ficticio, que participa en la historia. Los personajes son el corazón de cualquier relato, ya que a través de ellos se desarrollan las acciones y se transmiten las emociones.

Tipos de personajes

  • Protagonista: Es el personaje principal alrededor del cual gira la historia. Por ejemplo, en El Libro de la Selva, el protagonista es el niño Mowgli, cuya vida y transformaciones constituyen el eje del cuento.
  • Antagonista: Es el personaje que se opone al protagonista. En Cenicienta, la madrastra y las hermanastras cumplen este rol, generando el conflicto central.
  • Secundarios: Son los personajes que apoyan la trama y enriquecen la historia, pero no son el foco principal. El Hada Madrina en Cenicienta es un personaje secundario que juega un papel crucial en la resolución del conflicto.

Desarrollo de personajes

  • Físico: Descripción de la apariencia física del personaje.
  • Psicológico: Retrato de la personalidad, pensamientos y emociones.
  • Social: Relación del personaje con su entorno y otros personajes.

La importancia de los personajes en la historia

Los personajes son fundamentales porque son los que llevan la acción, establecen conexiones emocionales con el lector y hacen que la historia sea memorable. Un buen desarrollo de personajes hace que el lector se sienta involucrado en sus destinos.

La Trama

¿Qué es la trama? La trama es la secuencia de eventos que conforman la historia. Es el esqueleto narrativo sobre el cual se construye el cuento.

Estructura básica de la trama

  • Planteamiento: Introducción de personajes, ambiente y conflicto.
  • Nudo: Desarrollo del conflicto y complicaciones que enfrentan los personajes.
  • Desenlace: Resolución del conflicto y cierre de la historia.

Un ejemplo clásico es el cuento de Caperucita Roja, donde el planteamiento introduce a Caperucita y el lobo, el nudo se desarrolla cuando el lobo engaña a Caperucita, y el desenlace ocurre cuando el cazador salva a Caperucita y su abuela.

Conflicto y resolución

El conflicto es el motor de la trama, el desafío que deben superar los personajes. La resolución es la manera en que se soluciona el conflicto, proporcionando cierre a la historia.

Subtramas

Son historias secundarias que corren paralelas a la trama principal, enriqueciendo la narrativa. Por ejemplo, en *El Señor de los Anillos*, además de la misión de Frodo, existen múltiples subtramas que desarrollan otros personajes y eventos.

El ambiente

¿Qué es el ambiente? El ambiente es el escenario donde ocurre la historia, incluyendo aspectos físicos, psicológicos y sociales.

Tipos de ambiente

  • Físico: El lugar geográfico y temporal donde se desarrolla la historia.
  • Psicológico: El clima emocional que rodea a los personajes.
  • Social: El contexto cultural, económico y político en el que viven los personajes.

La función del ambiente en la historia

El ambiente da contexto a la trama, influye en el comportamiento de los personajes y puede ser un reflejo simbólico del conflicto central.

Un ambiente creíble

Un ambiente bien construido hace que la historia sea inmersiva. Descripciones detalladas, coherencia temporal y espacial, y el uso de los sentidos ayudan a crear un entorno realista o fantástico que atrapa al lector.

El Punto de Vista

¿Qué es el punto de vista? El punto de vista es la perspectiva desde la cual se cuenta la historia.

Tipos de punto de vista

  • Primera persona: El narrador es un personaje que cuenta la historia desde su perspectiva. Ejemplo: El diario de Ana Frank.
  • Tercera persona omnisciente: El narrador conoce todos los pensamientos y sentimientos de los personajes. Ejemplo: Orgullo y prejuicio de Jane Austen.
  • Tercera persona limitada: El narrador cuenta la historia desde la perspectiva de uno o varios personajes, pero sin conocer todos los detalles internos de cada uno. Ejemplo: Harry Potter.

El impacto del punto de vista en la historia

El punto de vista influye en cómo se percibe la historia y en la empatía que el lector desarrolla hacia los personajes. Un narrador en primera persona puede hacer que el lector se sienta más cercano al personaje principal, mientras que un narrador omnisciente proporciona una visión más completa del mundo de la historia.

Otros elementos

El tiempo

  • Cronológico: La historia se cuenta en orden temporal. Ejemplo: Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.
  • Psicológico: El tiempo se presenta según la percepción de los personajes, no necesariamente de manera lineal. Ejemplo: Ulises de James Joyce.
  • Circular: La historia comienza y termina en el mismo punto. Ejemplo: Pedro Páramo de Juan Rulfo.

El espacio

  • Realista: Refleja un lugar que existe o podría existir en la realidad. Ejemplo: La casa de los espíritus de Isabel Allende.
  • Fantástico: Crea un mundo imaginario con sus propias reglas. Ejemplo: El hobbit de J.R.R. Tolkien.
  • Simbólico: Representa ideas o temas abstractos a través de lugares. Ejemplo: El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad.

El lenguaje

  • Estilo: La manera particular en que el autor escribe, su uso del lenguaje.
  • Tono: La actitud del narrador hacia el tema y los personajes.
  • Figuras literarias: Uso de metáforas, símiles, y otras herramientas que embellecen el lenguaje y profundizan en los significados.
Tipos de cuentos

Según su origen y transmisión:

  • Cuentos populares: Son aquellos transmitidos oralmente de generación en generación. Su autoría suele ser anónima y han evolucionado a lo largo del tiempo, adaptándose a diferentes culturas y contextos. Ejemplos: cuentos de hadas, leyendas, fábulas.
  • Cuentos literarios: Son creados por autores específicos y se transmiten por escrito. Presentan una mayor elaboración estilística y suelen explorar temas más complejos.

Según su contenido y estilo

  • Cuentos realistas: Representan la realidad de manera verosímil, abordando temas cotidianos y personajes reconocibles.
  • Cuentos fantásticos: Trascienden los límites de la realidad, incorporando elementos mágicos, sobrenaturales o científicos.
  • Cuentos de terror: Provocan miedo y suspenso en el lector, explorando los aspectos más oscuros de la psiqué humana.
  • Cuentos humorísticos: Buscan provocar la risa del lector a través de situaciones cómicas y personajes excéntricos.
  • Cuentos históricos: Ambientados en épocas pasadas, recrean hechos y personajes históricos.
  • Cuentos de ciencia ficción: Exploran los avances científicos y tecnológicos, imaginando futuros posibles o universos alternativos.

Según su extensión:

  • Microrrelatos: Cuentos extremadamente breves, que se caracterizan por su concisión y su capacidad para generar una gran carga emotiva en pocas palabras.
  • Cuentos cortos: Tienen una extensión intermedia, permitiendo un desarrollo más profundo de los personajes y la trama.
  • Relatos: Son un poco más extensos que los cuentos cortos y pueden abordar temas más complejos.
Papel crucial de cada elemento

Los cuentos nos ofrecen una ventana al mundo, nos permiten conocer otras culturas, explorar nuevas ideas y emociones, y desarrollar nuestra imaginación. Además, son una excelente forma de pasar el rato y relajarnos.

Comprender cómo se construye una historia o un cuento es fundamental para cualquier aspirante a escritor. Cada elemento juega un papel crucial en la creación de un relato que no solo entretenga, sino que también resuene emocionalmente con los lectores. La práctica y la observación de estos elementos en los cuentos que leemos nos ayudarán a perfeccionar nuestras propias habilidades narrativas.

Te invitamos a que te sumerjas en el fascinante mundo de la escritura y pongas en práctica estos conceptos. Como dijo Jorge Luis Borges: “Un cuento es un laberinto cuyo diseño solo el autor conoce”. Así, escribe, revisa, y sobre todo, experimenta con los diferentes elementos de una historia. ¡Tu próxima gran historia está a solo unas palabras de distancia!

Fuentes y páginas que puedes consultar:

https://www.writersdigest.com/whats-new/the-9-ingredients-of-character-development

https://www.unicef.org/peru/media/8081/file/Gu%C3%ADa%20cu%C3%A9ntame%20un%20cuento.pdf

https://escuelaversailles.com/narracion-caracteristicas-y-elementos-principales

https://lenguaje.com/elementos-de-un-cuento

Un cuento es una narración breve, generalmente en prosa, que relata una historia ficticia con un inicio, desarrollo y desenlace bien definidos. En algunos casos el cuento captura un momento preciso y revelador de la vida. Gabriel García Márquez lo dice así: “El cuento es una especie de fotografía instantánea de la realidad”.

La creación de tan complejas formas son determinadas por ciertas condiciones ambientales; se forman en las nubes cuando una gota de agua se congela alrededor de una partícula de polvo o polen


Horacio Zamora
Crónica Norte


MONTREAL, 9 febrero 2023.— Los copos de nieve son agrupaciones de muchos cristales de hielo que se forman en las nubes a temperaturas de -12 o – 13 grados Celsius. 

Este fascinante fenómeno físico se logra cuando una gota de agua se congela alrededor de una partícula de polvo o polen, tomando la forma de un prisma hexagonal o de ramificaciones.

Sin embargo, la creación de tan complejas formas son determinadas por ciertas condiciones ambientales como la temperatura, la presión atmosférica, la humedad y hasta el número de partículas en suspensión. 

Distintas estructuras físicas

De esta manera, podemos encontrar durante una nevada una cantidad impresionante de diferentes copos de nieve con distintas estructuras físicas debido a las condiciones de su formación.

Esto ha llevado a pensar que los copos de nieve son únicos e irrepetibles entre sí. En este sentido, a pesar de que los copos fueran extremadamente similares en su forma anatómica, no serían idénticos en su estructura atómica, ya que las moléculas de agua y su disposición tendrían que ser diferentes.

Los tipos de copos de nieve más comunes que hay en la naturaleza son los prismas simples, láminas estrelladas, dendritas estelares, columnas huecas y agujas, cristales triangulares y las rosetas de balas.

Aproveche estos días de bajas temperaturas y de constantes nevadas, para apreciar este espectacular fenómeno físico y descubrir en la medida de lo posible, todas las fascinantes formas que tiene los copos de nieve.

«Los tipos de copos de nieve más comunes que hay en la naturaleza son los prismas simples, láminas estrelladas, dendritas estelares, columnas huecas y agujas, cristales triangulares y las rosetas de balas».

Crónica de una mexicana exiliada por el covid en Villeray. Hoy, en este pedacito de norte, sabe que el cariño cura y que las solidaridades frente a la crisis son muchas

https://janacua300.wixsite.com/tharexikua/post/exiliada-por-covid-en-villeray-cr%C3%B3nica-de-mi-sobrevivencia-en-montreal


Rosalinda Hidalgo*

Es mayo de 2020 en la ciudad de Montreal; comienza el calor después de muchos meses de invierno. Disfruto este sol y cielo azul, mientras voy rumbo a la clínica de despistage du covid en Montreal Nord, una zona considerada de altos contagios en la ciudad y en el país.

Montreal ha sido uno de los epicentros del covid en Canadá con casi 50,000 casos y más de 4,000 muertes [1]. Hubo un momento en que tan sólo en la provincia de Quebec la cifra de infectados y muertos era la misma que en todo México. En comparación con la ciudad vecina de Nueva York, los casos son menores y la atención médica, por lo menos para la prueba de detección, ha sido accesible. Sin embargo eso no quita el miedo de que mi salud empeore y la sensación de que no quería morir sin ver a mi hermana y no quería morir en Norteamérica, como muchos mexicanos están muriendo en Nueva York.

Un día después de haber realizado la prueba, nos llamaron para confirmar que teníamos el covid. Inmediatamente avisé a quienes había visto la semana pasada, era una sensación de pena y preocupación. Agradecí ser joven, sana, y no tener enfermedades graves. Pero los síntomas que tenía me hacían ya depender de otros y otras. Inmediatamente pensé en quienes estén enfermos y no reciben ayuda, en todos aquéllos que al igual que yo ignoramos cómo funciona el sistema de salud de este país y desconocemos la lengua. Pensé en quienes tienen que parar de inmediato de trabajar y no cuentan con nada para enfrentar la enfermedad, pobres, enfermos y solos. O sea “los nadie”, como diría Galeano.

A estas alturas el apreciable lector se preguntará cómo me contagié… en casa, en la communate Dandurad, al compartir una cena con mi vecino coloc para evitar ese aislamiento y distanciamiento social que innegablemente sentimos impuesto. Él trabajaba como personal de mantenimiento en un hospital de la ciudad, esa noche me enteré. Él, un hombre sano y fuerte, pero desesperado por la realidad y el encierro, pensaba que el covid sólo era un asunto de viejitos y no le daba a los jóvenes. Aunque reconocía que había muchos muertos y todo el tiempo hablaba de la catástrofe por el covid, él nunca se asumió como un posible transmisor; no supo reconocer los síntomas previos y, por supuesto, en su trabajo ni él ni nadie tenía las garantías de seguridad para hacer frente a la pandemia. En aquel mismo momento yo escribía un artículo sobre las violaciones a los derechos de los trabajadores agrícolas temporales en los campos de Quebec en tiempos de covid.

La enfermedad

No comencé a sentirme mal sino hasta cinco días después del contagio. Días antes sentí molestia al no tener el gusto por la comida y no poder respirar bien. Lo comenté con mi hermana, mi compañero y una amiga, pero negamos de inmediato la posibilidad de que estuviera contagiada, reduciéndolo a un posible resfriado de mayo.

Para el fin de semana los dolores en los pulmones eran fuertes, las caricias me hacían llorar. Yo pensaba que era tensión, pero no. Conforme pasaban las horas se iban manifestando otros síntomas, dolor fuerte en las articulaciones y mucho cansancio. Para ese momento, ya nada me parecía normal, intuía que estaba enferma y mi compañero ya también se sentía mal. Así que el fin de semana que iba a compartir con mi compañero y que  en mi fantasía lo había asociado a noches de alcohol y sexo, en realidad fue de dolor, abstención y cuidado mutuo.

El lunes amanecí con la certeza de que  tenía (la enfermedad, el virus, la COVID-19), así que me preparé para dejar mi casa y hacer unas vacaciones largas a la casa de mi compañero en la cooperativa de vivienda Chez Nous, chez vous. Nos estábamos preparando para nuestro confinamiento dentro de la cuarentena. Nos prohibimos los primeros días de sol y calor que anuncian el tan esperado verano.

Al día siguiente fuimos hacernos la prueba y encontramos el lugar más indicado… en el otro extremo de la ciudad. Así fue mi tour por la zona industrial de Montreal Nord, nos perdimos alrededor de 30 minutos y resta decir que todo el trayecto fue de malestares y tensiones. No encontrábamos la dirección y, entre la parsimonia de mi compañero y mi neurosis, era obvio que estábamos vibrando muy bajo.        

Avisamos a nuestras respectivas familias, amigas y amigos más cercanos para que estuvieran al tanto de nosotros. La madre de mi compañero lloró y mi hermana también, posiblemente en algún momento pasó por sus cabezas nuestro funeral. Pero estoy segura de que para quienes hemos estado enfermos de covid, ese es un escenario posible, las complicaciones y la muerte. Y desafortunadamente es verdad y es ahí donde quiero apuntar en todas esas reflexiones acerca del cuidado que debemos de tener, de la lucha contra el distanciamiento social y los escenarios catastróficos de inmovilización, de militarización, de hambre y de esta desigualdad lacerante que refleja el covid, tanto en los Nortes como en los Sures.

La solidaridad, base para la cura

Al dar aviso, inmediatamente amigas y amigos tanto de Montreal como de México se movilizaron y se conmovieron por nosotros al saber que el covid estaba dentro de nuestra comunidad y de gente a quienes tenemos cariño. Estoy segura que por la cabeza alguno pasó: “la peste ha llegado a casa”.

A diferencia de la noticias donde se ve como son rechazados y discriminados los enfermos por covid, los habitantes de Chez nous, Chez vous, actuaron con solidaridad, pero eso no implica que no tuvieran miedo al contagio. Doy gracias especialmente a Noemí y a cada uno de esos vecinos que aunque aún no conozco, ellos ya me conocen y se solidarizan en la vida cotidiana con nosotros. Sin estas acciones de cuidado y solidaridad es imposible curarse del covid.

Es precisamente de estos hechos que también tenemos que hablar. De la solidaridad que hay aquí en este pedacito de norte que nos ha ayudado a curarnos del covid. Chez nous, Chez vous es para mí  un  pueblito dentro del barrio de Villeray en la gran ciudad de Montreal. Por pueblito no lo digo como algo despectivo sino todo lo contrario; con ese valor de ser y formar parte de una comunidad, en otras palabras donde “mi barrio me respalda”. Es una cooperativa de habitación con 40 departamentos  o sea alrededor de 20 familias, que a diferencia de otras que hay en la ciudad de Montreal, aquí ellos hacen todo a través del trabajo voluntario;  desde la administración hasta la limpieza de los espacios comunes. Conocer esta experiencia me hizo recordar el funcionamiento de la Escola Nacional Florestan Fernandez del MST en Brasil, quienes también cada grupo  o turma se encarga del trabajo de mantenimiento.

Las sopas, despensa y por supuesto hasta las chelas que los vecinos nos han traído han ayudado a nuestra recuperación —me siento como una exiliada en Villeray.—Yo, quien antes de esta experiencia veía con escepticismo la solidaridad en estos países. Y es que frente a un colonialismo histórico del norte al sur, muchas veces asociamos a las sociedades del norte a lo frío, distante, e individualista además del racismo y clasicismo que también existen en Canadá. Sin embargo, vivir la enfermedad fuera el gueto latino me dio una lección: No se puede homogenizar al norte. Si bien hay racismo e individualismo, Chez nous nos muestra que las formas en que surgen las solidaridades frente a la crisis son muchas, pero todas ellas se basan en lazos y organizaciones sociales sólidas, respaldadas por el trabajo comunitario. Orgullosamente estoy en el Sur del (N)norte. Ahora ya se sabe que en este pueblito, esta curándose una mexicana infectada por covid y no creo que haya habido oposición. Eso sí, las reglas son claras y firmes: no podemos salir ni para asomar las narices.

Las llamadas de amigas y amigos, sus consejos, el monitoreo y los regalos que nos hicieron llegar, nos daban tranquilidad y ánimo.

La recuperación

Vivir el confinamiento es difícil, pero vivirlo enferma es aún más difícil. Aun y al sabernos apoyados, estábamos obligadas a pasar el umbral de la enfermedad. Eso significó padecer los malestares: la incomodidad de dormir mal, la desorientación, el cansancio profundo, el dolor en el cuerpo (principalmente en las articulaciones), la atención oportuna a las crisis de tos con sangre, etc. Nos dio miedo que el covid escalara. Esta enfermedad no es como una gripe normal, se vive como una montaña rusa, hay momentos en los que te encuentras bien que hasta dan ganas de bailar y en otros crees que hay que ir al hospital inmediatamente. Afortunadamente ninguno de los dos, nos hemos puesto tan mal para recurrir a la hospitalización.

Los primeros días de la enfermedad sentí que una especie de sombra negra recorría todos los órganos de mi cuerpo. A la semana nos dimos cuenta que habíamos perdimos masa muscular y,  aunque muchas veces no teníamos hambre, nos obligábamos a comer sano, muchos tés con jengibre y limpieza en casa. Con mucho amor nos hemos ido recuperando poco a poco. Ya casi serán dos semanas que estamos enfermos, y hasta los gatitos se han puesto malitos. Entonces debemos esperar unos días más. Espero que las secuelas del covid sean solo en la memoria y no en algún órgano de nuestros cuerpos.

Al tiempo de mi recuperación he leído una novela larga que me ha trasladado a la ciudad lejana de Kars en Turquía, también he revisado diferentes artículos y manifiestos, uno que me ha inspirado mucho ha sido el de un grupo de anarquistas en Chile. Por supuesto he revisado la obra clásica del existencialismo, La Peste de Camus, quien invita “a la idea de la solidaridad y la capacidad de resistencia humana frente a la tragedia de vivir”. Escribir esta crónica ha sido también parte de mi terapia para la recuperación y memoria en este lugar, en esta etapa de mi vida y para compartirla con quienes se han solidarizado con nosotras.

El miedo al salir al mundo y las
posibilidades de la nueva normalidad

El sol, el calor y los cielos azules los puedo ver desde este balcón en Villeray. Veo cómo los vecinos toman su cena y cómo entre balcones conviven entre ellos. Vi cómo el manzano de un día a otro comenzó a florecer; he aprendido a reconocer como las ardillas se llaman para aparearse, he disfrutado los tonos de los atardeceres y en general, cómo se manifiesta la vida después de un largo invierno, todo desde un (pequeño) balcón.

Me he atemorizado en pensar cómo es que será la salida del confinamiento cuando aun hay contagios masivos, cuando la gente sigue muriendo sola y sin atención. Me preocupa pensar el regresar a mi país y no reconocerlo. Cómo ha cambiado tanto el mundo en un año! Y sin embargo la vida se manifiesta.   

La enfermedad, la muerte, la crisis, el aislamiento y la soledad nos llevan a reflexionar sobre el sentido de la vida y sobre las apuestas a “las nuevas normalidades que queremos”, las solidaridades que  tenemos que resaltar para la base de nuestra supervivencia. La solidaridad y el trabajo mutuo serán cada vez más una práctica desde la vida cotidiana para quienes no tenemos nada, un principio fundamental para vivir.

Dar cuenta de que el temor, el egoísmo y el acuartelamiento individualista de muchas familias, así como el aislamiento hasta de nosotras  mismas, terminará matándonos y/o volviéndonos más locos, enfermando más nuestras sociedades. El recrudecimiento de la violencia de género sigue costando vidas en México, tan solo en la cuarentena han habido más de 300 muertes de mujeres, niñas y niños a causa de violencia doméstica. En Montreal y en Canadá también la violencia y la enfermedad mental se ha disparado. Tan solo unos ejemplos: En otra cooperativa en Villeray, hubo un asesinato de una niña dentro de su propia casa a cargo de su madre. En otra calle cercana un chico de 18 años se disparó. Y un vecino desesperado de sí mismo infringió la ley para ser detenido por la policía y ser atendido en el hospital. En abril no se puede olvidar la terrible matanza en un pueblo de Nueva Escocia a cargo de un dentista adinerado, que al ser dejado por su esposa asesinó a más de 18 personas, esta ha sido considerada la segunda peor  matanza en Canadá en los últimos 30 años.

La locura, la desesperación, el absurdo también vienen con la crisis: la falta de papel de baño era real, así como la inexistencia de harina, mantequilla y carne en los supermercados, todo era parte de ese escenario indignante que no lográbamos comprender a principios del confinamiento. De la misma manera, el racismo institucional se legitimaba y aprovechaba a colocar a “cada uno en su lugar” las mujeres afrodescendientes  o latinas, a la labor del cuidado de personas enfermas, mientras que a las trabajadoras agrícolas extranjeras se les habría la puerta para que continuaran realizando la labor que desde hace más de cuatro décadas vienen realizando sin siquiera garantizar sus derechos. Todas esas cosas también debemos de combatir. Al tiempo de intentar sobrevivir a una crisis económica que cada vez exacerba más las desigualdades, tanto en el Norte como en el Sur.

No puedo dejar de sentir la preocupación por los distintos escenarios por los que está atravesando mi país frente al covid, por ejemplo: la incredulidad y valemadrismo que persiste aún en las personas acerca del covid, el comercio ambulante prohibido mientras que los Wall Marts están llenos, la crisis económica y las formas en cómo se vive, así como la oportunidad del crimen organizado para aprovecharse de esto al momento de repartir de manera cínica despensas a las familias a quienes les han arrebatado a sus familiares, etc. Saber que los picos del contagio están cada vez más presentes en poblaciones indígenas significan muerte por desigualdad a poblaciones que ya estaban excluidas, etc. Pensar en cientos de albergues cerrados para la población migrante, en lo catastrófico que esto significa para muchas personas. Los limbos sociales también están cerrados, sin tener posibilidad de reapertura. De manera más trivial me es  inimaginable pensar que  este viernes por la tarde las cantinas en la Ciudad de México estarán cerradas, pero más me duele saber que mi tío que está enfermo de cáncer pulmonar la pasa mal y no poderlo ayudar en este momento.

Eso y más hace atrincherarme en esta casa, en el balcón de mil colores, en los brazos del amante que cariñosamente me detiene en este mundo y sin embargo, esto no puede seguir siendo posible. Pero mientras tanto abrazo cariñosamente a los gatos, preparo la comida con amor, y trato de hacer  reordenamiento de este espacio para disfrutar el verano y la vida en común.

El fin de cuarentena en Villeray… mi realidad

El gobierno de Quebec al saber que hay un caso positivo da 15 días de encierro obligado; de ser violado este encierro, puedes ser sancionado con 1500 dólares de multa. A principios de la próxima semana cumpliremos ese plazo y espero que ya estemos sanos y libres de covid. No estoy segura si seremos parte de los casos de inmunización a la enfermedad, pero sí doy por hecho que tendremos anticuerpos frente a posibles exposiciones a futuros contagios de covid. Todo lo anterior me hará de nueva cuenta una sobreviviente. En otras palabras,  pondré otra raya al tigre.  

¿Qué me deja esta experiencia? En principio, los aprendizajes de solidaridad que debemos de reconocer  en nuestros contextos inmediatos. La narrativa hegemónica frente al covid, nos quiere ver atemorizados, fragmentados, tratando de encontrar soluciones individuales a un problema social como algo  individual. Los sobrevivientes sabemos que eso es imposible, porque la base de nuestra supervivencia depende de los otros y del cuidado que estamos dispuestas y dispuestos a hacer para quienes nos necesitan. Así que quienes tienen el temor de vivir solos esta enfermedad, les digo que primeramente debemos de romper la estructura del individualismo, porque en estas circunstancias la idea de la meritocracia no sirve, ya que ante la enfermedad y el encierro todos dependemos de los otros. Y recordar que siempre hay alguien dispuesto a ayudarnos, basta con tener la humildad para solicitarlo.   

El covid es esta gran sombra negra que al igual que pasa por todos nuestros órganos, también pasa por todos los tejidos sociales. ¿De qué manera queremos sobrevivir o morir, cómo y con quiénes? La realidad mundial se ha transformado radicalmente para todos. A los pobres los ha golpeado al punto de la muerte. Cuidarnos entre los Nadies es lo que tenemos. Mucha gente ha muerto sola y aislada, sin tener siquiera un modesto funeral, estoy segura que a nadie nos gustaría morir así, porque es importante apostarle a la certeza de vivir y morir acompañados como un ejemplo de compasión y de saber que, pese a cualquier circunstancia, no nos quedaremos como un cuerpo abandonado y pestilente, en una fosa común o estacionado en alguna morgue ambulante, porque los muertos son tantos que no hay ni siquiera espacio para ellos. Saber que tenemos derecho a la tristeza y a llorar a nuestros muertos.

Las experiencias de solidaridad que ahora se manifiestan son producto de acciones previas: los bancos de alimentos que hay en el norte, las ollas comunes que se están dando en el sur, los resguardos comunitarios por la defensa de los territorios, los cuestionamientos al patriarcado, la economía emergente de trueque y hasta los llamados de los vecinos para saber si estemos bien, son y serán las practicas de las nuevas normalidades, donde la defensa de la vida se ponga ante todo como el centro de nuestra inspiración del agradecimiento diario a la vida misma.

Pronto será mi cumpleaños, posiblemente lo celebraremos en el balcón, bajo los colores del sunset. Beberemos un vino y haremos una celebración sencilla con un gâteau aux carottes que tanto me gusta.  Posiblemente tenga un fin de semana romántico y mi fantasía de noche viernes de alcohol y sexo se hará realidad, aunque no tengo tantas expectativas. Después de esto regresaré para casa para hacer una pequeña mudanza. Mi nueva normalidad será como la de muchos otros, de supervivencia en el cotidiano, en un escenario y con una temperatura distinta a como cuando deje la casa, el largo invierno es ya una metáfora del pasado inmediato. Estoy fuerte y acompañada para recibir las olas de realidades que al igual que las sombras del covid me tocarán, y sin embargo no me espantarán, porque estoy preparada para la supervivencia aquí y allá.  

Bienvenido sea el verano y todas las flores que nos recuerdan la belleza de vivir.

Villeray, Montreal. 22 de mayo de 2020.  


[1]  Para el 24 de mayo la cifra oficial para la provincia de Quebec , era de 48,000 casos confirmados y

* Antropóloga, activista y bailarina mexicana exiliada por decisión personal en Rosemont, Montreal, Canadá. Desde hace un año habita en Montreal como parte de una colaboración con la organización de derechos humanos Comité pour les Droits Humains en Amérique Latine, con quienes participa en un proyecto sobre las causas estructurales de la migración con población centroamericana y de México.


«Pensé en quienes tienen que parar de inmediato de trabajar y no cuentan con nada para enfrentar la enfermedad, pobres, enfermos y solos. O sea “los nadie”, como diría Galeano».


«Chez nous, Chez vous es para mí  un  pueblito dentro del barrio de Villeray en la gran ciudad de Montreal. Por pueblito no lo digo como algo despectivo sino todo lo contrario; con ese valor de ser y formar parte de una comunidad, en otras palabras donde ‘mi barrio me respalda'»

“Oiga, ¿es cierto que el sexo de las chinas está acostado?”, pregunta al tiempo que comienza a dibujar en el aire la figura de la vía láctea. Por respuesta la mujer chasquea sus cejas y sus labios, pero también comienza a deslizar su falda.


Villano Sexto
Especial Crónica Norte

Marino y su socio serpentean Matehuala en busca de reincorporarse a la México-Laredo. Recién conquistaron Santa María y sobrevivieron el aniversario del Sonorámico en Garibaldi, así que sólo les resta cumplir con el último evento del año. Pero antes, en la salida del poblado, la radio les ofrece el resumen de los acuerdos en seguridad nacional y el camino una tira de madera destartalada que anuncia el chuzo de las hermanas Celis.

“Voy por un tinto, sí me hace el favor y me espera aquí”, se adelanta Molina. Marino acepta la propuesta y permanece fuera de la cafetería, donde pronto lo alcanza una mujer de ojos rasgados con un caminar capaz de zarandear el presente. «Parece chinita», juzga y le sonríe. Ella le devuelve el gesto sin sospechar que le recordó el chiste del taxista que lo salvó meses atrás, cuando al comprar sus galletas de la suerte en pleno año nuevo chino chilango el líder de la calle de López intentó apañarlo para tener de vuelta el control de la Doctores.

“Buenas”, arranca él. “Oiga, ¿es cierto que el sexo de las chinas está acostado?”, pregunta al tiempo que comienza a dibujar en el aire la figura de la vía láctea. Por respuesta la mujer chasquea sus cejas y sus labios, pero también comienza a deslizar su falda. La emociona mirarlo, seguirla hipnotizado, por lo que se detiene hasta llegar a la mitad de sus muslos. “¿Así o menos acostado?”, escucha él, tras descubrir las alas en sepia que brotan desde la entrepierna hasta las caderas color arena de la mujer.

Imagina la infinita altura prometida por esa fina colección de trazos, pero su socio lo interrumpe al observar a la salida del chuzo el par de nalgas expuestas: “¡¿uyyy, todo eso es suyo o se lo prestaron?! Tan rica la princesa. Mejor dicho camine que nos coge la noche”. La mujer deshace su recorrido anterior y vuelve a cubrir su cintura; y mientras Marino toma su café y se dispone a seguir desmoronando la distancia entre Iztapalapa y la Independencia, ella regresa a la cafetería en busca del polvo de hena con el cual pintar en un costado de su cuello la silueta de una bailarina oriental. «Así o más alto», celebra minutos después al remojar un par de galletas de animalitos en una taza de chocolate cuya espuma comienza a desbordar todas sus orillas.


Este es un cuento de un amigo trotamundos, cuyos sueños lo llevan a caminar por senderos lejanos. Su sensibilidad le permite descubrir realidades ocultas y nos las transmite a través de letras.

«‘¿Así o menos acostado?’, escucha él, tras descubrir las alas en sepia que brotan desde la entrepierna hasta las caderas color arena de la mujer».

«Ese veinticuatro de diciembre, durante la operación de Ángel, Verdao, Rolando y Maicol recorrieron Santa Clara en busca de la tercera nieta del Che y de la última firma del contrato publicitario…»


Alij Anaya
Especial Crónica Norte

CUBA.- A Charanga le metieron diez años por irse de putas con el hijo de Fidel, soltó Maicol a la mitad del camino al destapar el Havana Club y los segundos 300 kilómetros restantes. Esa mañana, en una pizzería de Santiago, viajeros sudamericanos le preguntaron si sabía cómo hacer para llegar a Jamaica. ¡Si supiéramos ya nos hubiéramos ido!, se le adelantó Rolando en voz alta desde la mesa de al lado y con ello se ganó el viaje de vuelta a la capital con todo y turista brasileño.

En El Cotorro, hambriento y casi en automático –volaba todos los días desde El Vedado hasta Santiago-, Rolando acarició la mejilla de su compañera y ofreció a la visita la cacerola de langostas temblando en el suelo de la sala. Ya salgo, se rindió al fin y corrió un poco la cortina para intentar dormir unos minutos. Rey aprovechó el desconcierto de Verdao y comenzó a dibujar varias siluetas en el vacío: ¿Cuántas te traigo? Tenemos tiempo antes de que salga tu avión, ¿cuántas tú quieres?

Días antes, en un estudio de la calle Obispo, Maicol abordó a Verdao y no lo soltó más nunca. Recorrieron Centro Habana y Habana Vieja derramando críticas y cucs y remataron las noches de diciembre rentando novias a un costado del Habana Libre. Verdao se quedó con el teléfono móvil de dos chicas y continuó viéndose con ellas día de por medio durante toda su estancia. Incluso terminó bailando solo y apretadito con la esposa de Maicol en un salón de baile cercano a Copelia.

En Sao Paulo Verdao convenció a los ejecutivos de Perdizes luego de año y medio de probar suerte con campañas publicitarias menores. La suerte y la ironía estuvieron de su lado: al final de un convivio en la oficina se empecinó en perseguir una compañera y terminó en uno de los Saraus mejor plantados del este de la ciudad. Maia abandonó el recelo inicial y lo presentó con poetas y promotores de aquella revuelta periférica. La revelación comercial fue inmediata: el maestro de ceremonias y muralista del calzado rojo y enorme como tanques de guerra era idéntico al Che.

¿Le estás ofreciendo mujeres? Dale, Rey, salió palmoteando de la pieza, gritando para hacerse escuchar sobre Kelvis y Elito Reve, la compañera de Rolando. Rey les guiñó una pupila y salió con prisa del departamento. Ariadna terminó de correr la cortina, mandó a su niña al edificio de enfrente y le ofreció a Verdao el inicio de sus senos al recoger la cacerola de langostas. Verdao recordó a la mujer de Maicol apretándole la cintura y la nuca y dudó si debía comenzar a ensayar una frase que combinara rechazo y agradecimiento. Disculpa, muchacho, ya te pongo la comida sobre la mesa, aclaró Ariadna regalándole una sonrisa circular.

Rey volvió a aparecer en la entrada del departamento. Regresó balanceándose con varias libras de bistec y arroz. ¡En el barrio hay… tres días de carnaval!, tomó a Ariadna y la hizo bailar aunque ella pronto se dirigió a la ventana. ¡¡Canelaaa!!, se le adelantó Rey con el llamado, abandonó la bulla, arrancó con la habladera y confió que su hijo había tenido quince días antes en el Cardiocentro de Santa Clara una cirugía combinada de corazón-pulmón prácticamente milagrosa. “Una proeza científica en favor de la vida”, le mostró el titular del Granma. Asere, ¿qué tú piensas? Habla claro, pidió Rey. ¿Afuera? Allá es una carnicería, confundió Verdao su respuesta ante la avalancha de preguntas recibidas.

Ese veinticuatro de diciembre, durante la operación de Ángel, Verdao, Rolando y Maicol recorrieron Santa Clara en busca de la tercera nieta del Che y de la última firma del contrato publicitario. Por la mañana en Santiago sólo les habían pedido una pizza y un helado, pero bajo las toneladas de granito y firmeza de su abuelo Alicia no entendía porqué insistir en algo tan absurdo que además se hacía de por sí hace varias décadas. En fin: nunca han entendido nada, concedió y, ya de espaldas a los cuatro, mandó un abrazo para Charanga mientras rehacía su rumbo hacia el centro de Santa Clara.

Verdao volvió al Sarau dos Umbigos con la mercancía de la línea Canela&Candela apretujada en la van. También visitó los Saraus del norte y el sur de la ciudad, pero la mercancía terminó malbaratada en una venta de liquidación de un centro comercial. A mediados del siguiente año, cuando observó la transmisión del himno gringo rasgando el malecón, creyó que era buen momento para cumplirle a Rolando la promesa de conseguirle alguien que se casara con él para sacarlo de allí. Y también recordó que en El Cotorro sintió que en la isla todo se le escabulló conservando siempre su cadencia de gozo desesperado e independiente. ¿Y qué tú quieres que te den?, reaccionó a los timbrazos del móvil y descubrió a Ariadna cantándole del otro lado del satélite.



Este es un cuento de un amigo trotamundos, cuyos sueños lo llevan a caminar por senderos lejanos. Su sensibilidad le permite descubrir realidades ocultas y nos las transmite a través de letras.

«A mediados del siguiente año, cuando observó la transmisión del himno gringo rasgando el malecón, creyó que era buen momento para cumplirle a Rolando la promesa de conseguirle alguien que se casara con él para sacarlo de allí».

Durante la última década la furia ya era parte del aire. Da Silva volvió a Ciudad Primera preocupado por lo que él consideraba el final de su tierra...


Alij Anaya
Especial Crónica Norte

Benque gruñó fingiendo un tono adulto que el tiempo no le iba a regatear. Cuando el calor y la humedad colada en las grietas y los muros de la calle le asaltaron la frente, rodeó el mural comunitario y la tanqueta para tomar un agua mineralizada de su tienda.  Minutos después comenzó a orinar justo en el límite del panteón y la secundaria. Lo hizo con calma y regodeándose de mostrar en público su placer. Tembló y se sacudió alegre y despreocupado frente a los padres y los soldados. Fascinada por la escena,  una muchacha clara y ágil de tercer año se acercó a palmearle la espalda. “Maqui”, se presentó clavándole la sonrisa en la frente surcada por la sorpresa y el sudor.

Las bolitas de vainilla del helado resbalaron por su chazarilla hasta alojarse a la altura de su  ombligo. Benque juzgó que tenía libre el camino y comenzó a limpiarle la chazarilla. Maqui le dio un manotazo a su gorra, le apretó la nuca, se alzó la chazarilla y le hizo chuparla.  Otro joven aprovechó la distracción general para garabatear un tag en la tanqueta y los soldados reaccionaron corriendo desbocados hacia él.  Da Silva, que había asistido a entrevistar a profesores del colegio, disparó un par de fotografías antes de correr e intentar sumarse a la rechifla de la divertida y enardecida marea adolescente.

Zigzaguearon entre las tumbas del panteón hasta llegar al riachuelo que dividía ese barrio de una zona residencial. Allí, Maqui y Benque continuaron avanzando entre la maleza hasta hallar un pequeño descampado. Se recostaron y esperaron a que la agitación y el vértigo quedaran atrás. “¿Por qué no usaste la lengua?”, reprochó Maqui tan pronto lograron contener las carcajadas. “¿Se la cortaron los patrones? A ver sácala”. “¿Cómo así?”, se asustó Benque. “Pues así”, insistió Maqui y comenzaron a saborearse ansiosos, frágiles e irreverentes.

Horas después Benque caminó de nuevo hasta tener otra vez frente a sí a la tanqueta. Esta vez decidió hacer su boxeo de sombra frente a ella y agregó además una serie de lagartijas y abdominales a la rutina. En algún documental pilló a un man parecido a él hacer boxeo de sombra en la plaza del barrio antes de darle a la chamba. Juzgó que ambos parecían calcas del lateral derecho del Barcelona. En la pantalla un grupo de jóvenes comía sancocho y oteaba atento el horizonte de ladrillos, armas, mujeres y metrocables.

En esa azotea de Itagüi, con la respiración entrecortada pero un tono de voz más viejo y amplío, el man remataba el documental secundando la frase del antropólogo de Popayán parchado con ellos. “Dios es una sustancia”, decían mientras masticaban la pierna de una gallina. Aquí, Benque tuvo la ocurrencia de añadir al boxeo un movimiento en el que juntaba sus rodillas con el estómago en un par de saltos breves y veloces, justo como si estuviera a punto de saltar a un campo de futbol.  Entonces hizo un sprint hacia la entrada de la secundaria, al llegar cambió el ritmo y, con toda calma, pintó “Maqui, tu sonrisa me apendeja” en la reja. La noche cayó en el barrio y el volcán comenzó a expeler cenizas.

Durante la última década la furia ya era parte del aire. Da Silva volvió a Ciudad Primera preocupado por lo que él consideraba el final de su tierra. Hace años Da Silva divulgó la división de la nación pactada en un rancho de Belem entre militares, empresarios y políticos de masas en turno. La furia será de nuevo parte del aire, ofreció esta frase inicial en aquella entrevista decisiva. Promesas y amenazas peleándose el espacio, lo mismo de siempre, rumió Da Silva en su cuarto al recordar su mañana. Entrelazó sus dedos en el cabello de Leticia y los apretó suavemente.

Le gustaba vivir allí por sus vecinos. En Punta Diamante hallaba la mezcla de vulnerabilidad  y decadencia que necesitaba para sobrevivir y en el centro cultural se hacía creer que valía la pena enseñar historia y dictar talleres de producción sonora. Da Silva hallaba la inspiración para escribir la editorial de cada día a esas alturas de la noche, mero cuando los jadeos, las trompetas de la orquesta juvenil del centro cultural y la combustión de los motores quemando la autopista competían entre sí.

Cuando Leticia despertó, por un instante creyó que tenía consigo a la adolescente de esta mañana. Aún ajado y un poco descuidado, el cuerpo de esta mujer era igual de atractivo: de pronto un día, entre una ciudad y otra, Da Silva reconoció que había superado aquel tiempo en el que negaba que una mujer podía ser todas las mujeres. “Pareces amapolita sembrada al amanecer”, le cantó en la mente pero se quedó inmóvil. “Gracias por hacerme un campito, ahí nos miramos la otra semana. ¿Vas a querer chalupas?”, Da Silva aceptó con una seña, se trepó a la red y envió su texto. Leticia regresó a su caserío entre las montañas y las cascadas del norte de Guerrero y Da Silva entró al punta diamante a servir tragos, acompletar la quincena y programar reggaetón.

“Esta furia arcaica es diseñada”, trazó así con los restos de la ceniza amanecida en esa periferia de la ciudad el parabrisas de la Ford Lobo apocada en la entrada del hotel. Quería chapulines pero se conformó con una guajolota. Antes de aquella entrevista solía comerlos al despertar para arrancar el día con una sensación ácida y salada. Ahora sorbía  atoles y café imaginando que aún podría lamer los senos y la entrepierna de Leticia. Al terminar de mordisquear el tamal de dulce tuvo ganas de regresar a la secundaria del otro extremo de la ciudad. Ya iba a tomar camino cuando otra camioneta arrojó cerca de él los últimos muertos de esa noche en la Unidad Morelos.

Sacó su grabadora de mano para registrar las primeras reacciones de la gente: murmullos, miedo y desconcierto pero, también y pronto, costumbre y cotidianidad. El sonido de la violencia. Cuando chillaron las sirenas, los gritos para vender comida y conseguir transporte ya se habían reapropiado del lugar. Descuidado, un niño con uniforme a cuadros y mochila de gokú divisó los cuerpos arrojados cuando los tenía casi a sus pies y tuvo que saltar rápido entre uno y otro para no tropezarse. Su abuela lo regañó pero su madre elogió su agilidad. En menos de cinco minutos, la bola de gente y los murmullos se deshicieron cuando todos corrieron hacia el Lasser que logró maniobrar para estacionarse en la única esquina libre del crucero.

En su paso por Ciudad Primera rumbo a la periferia norte, al pasar por el jardín central escuchó clara una frase escondida, nítida y vergonzosa. Encendió la grabadora y repasó ansioso las entrevistas de un día antes en su búsqueda. Halló la frase perdida detrás de la voz en primer plano del director de la secundaria: “más vale vivir arrodillados que morir encobijados”. Herido, intentó repasar las imágenes de los trabajadores y alumnos que habían entrado a la dirección cuando hablaba con el responsable de ésta.  Recordó a la profesora de primer año, al maestro de educación física y,  perdida en el reflejo del nicho que escondía la bandera nacional, la muchacha risueña que provocó la algarabía de ayer al hacerse chupar el vientre frente a los soldados.

Da Silva decidió entrar a la tienda de Benque tras esperar dos horas a que los cabos salieran de ella. Buscó un latón de cerveza oscura, sacó de su morral una tableta y comenzó a escribir frenético sobre el monitor. Delineaba con la yema de los dedos varias letras mayúsculas que llenaban todo el monitor y después oprimía un icono de play que traducía a una voz gruesa y uniforme todas sus anotaciones. Las primeras carcajadas de Benque casi lo hicieron doblarse en el piso. “No la chingues, compa; por lo menos no suena como la voz española del GPS”, logró decirle. Luego le arrebató la cerveza  y, a cambio, disolvió un par de pastillas en un vaso de agua mineral y le indicó que lo tomarían afuera.

“¿Sabes que Dios es una sustancia?”, inició la charla Benque. De eso va esta pintura, chécala bien, le indicó el mural comunitario detrás de la tanqueta. Pero nomás no te claves: estos milicos soportan todo menos que les mantengas la mirada mucho tiempo, señaló directo al soldado que se asomaba por la escotilla de la tanqueta y le pintó huevos. Da Silva sintió un sudor frío correr por la espalda y de repente escuchó nítido el martilleo de las olas golpeando el peñasco de Belem donde aquel par de agentes le cercenaron de un tajo media lengua. “¿Puedo grabar tu voz?”, escribió lento en el monitor de su laptop.

“¿Entonces estos son los empleados de los meros meros ganones de Sonora?”, preguntó después Benque cuando vieron a la tanqueta tomar rumbo hacia la reja de la secundaria para estrellarla. El mural quedó descubierto frente a ellos y pronto tuvieron frente a sí todos los gritos y todos los colores, las nubes rotas, los cuerpos corriendo, todos los dioses y todas las sustancias, el volcán observándolos y las cenizas envolviéndolos. “Es que es demasiado el vacío, ¿no crees?”, logró reaccionar Benque tras varios minutos de estupor. La secundaria casi se había quedado desierta pero Maqui aún lo esperaba en el otro lado de la cuadra con una sonrisa comprensiva y cómplice. “Su sonrisa me apendeja”, dijo Benque -eludiendo el tono adulto que el tiempo no le iba a regatear- y corrió hacia ella olvidando por completo a Da Silva.



Este es un cuento de un amigo trotamundos, cuyos sueños lo llevan a caminar por senderos lejanos. Su sensibilidad le permite descubrir realidades ocultas y nos las transmite a través de letras.

«En Punta Diamante hallaba la mezcla de vulnerabilidad  y decadencia que necesitaba para sobrevivir y en el centro cultural se hacía creer que valía la pena enseñar historia y dictar talleres de producción sonora».

Hablando de amor, puedo decir, con algo de pena, que sí me han roto el corazón ya bastantes veces, ¿será que quizá todos los hombres son unos patanes? o ¿será que uno mismo busca la forma de romperse el corazón?


Lorein Valencia
Especial Crónica Norte

Era miércoles a medio día, soleado, fresco; generalmente voy corriendo a todas mis reuniones, cosa en la que pronto, o algún día, trabajaré. Había decidido no arreglarme tanto, unos jeans casuales, flats, como si fuera a dar la vuelta al parque. Tomé un taxi, pues mi aplicación me mostraba tarifa dos veces más alta que la de costumbre. No soy pudiente, soy impuntual.

Victor, “pero sin acento”, me reiteró, tenía aproximadamente 70 años. Dudé en preguntarle su edad, a veces la gente pone un escudo cuando se los preguntas, así que tomé de referencia su cabeza canosa, sus dientes gastados (los que aún quedaban) y su piel flácida, como vela. Quise creer que esa sería su edad. “Sí, Victor tiene 70 años”.

Me llevaba camino a mi cita de negocios en su taxi; era lo poco que le quedaba como patrimonio pues, a su edad, ya sólo lo usaría para cubrir sus gastos personales. Yo pensaba, ¿cuántas personas han sido beneficiadas con el ingreso que genera este viejo taxi?, mientras volteaba a todos lados del interior del auto, mirando lo sucio y gastado que estaba; era de esos taxis que ya huelen a viejito, a polvo de años, a Sol, a trabajo. Cuando le empecé a hablar de mi artículo sobre el amor, él sólo volteó hacia mí, al asiento de atrás, me regaló una sonrisita con la que me agradecía por haberle hecho recordar algo muy especial, y con sus ojos verdes fijos en mí me hizo  la primera pregunta: “Señorita, ¿para usted qué es el amor?”

Al cabo de unos minutos de tratar de explicarle mi definición, era mi turno de saber la suya, y él, con mucha seguridad, me refirió: “Amor es quererse a uno mismo”. No denotaba duda alguna de su definición, su voz había sido firme a la hora de decírmelo, y pensé que quizá por la edad Victor ya no pensaba en novelitas de amor y poemas cursis. A veces eso pasa: de tanto trabajo uno se olvida del amor. Unos cuantos minutos faltaban para llegar a mi destino, en las calles del sur de la Ciudad de México, y para mí había sido muy claro su concepto del amor. Victor había tenido cuatro matrimonios: el primero, había estado locamente enamorado, pero sólo por un año, pues a los  cinco días de dar a luz al fruto de su inmenso amor ella falleció. Su segundo matrimonio estaría lleno de infidelidades por parte de la dichosa esposa, “sólo un par de años no lo quise ver, después nos divorciamos”. Su tercer matrimonio, bueno, en realidad sólo habían vivido juntos por poco más de cinco años, había sido una relación agradable, pero carente de deseo carnal, “casi como una hermana, tuvimos que dejarnos”. Y el cuarto, ése que duró más de 20 años, ése que disfrutó más, también había terminado, pues por segunda vez, desde hace 10 años, Victor era viudo.

No, Victor no tiene 70 años. Ahora que lo pienso Victor tiene 60, y seguramente se casó a los 20. Y no tengo duda alguna que el amor lo ha llevado hasta donde está ahora, pues a pesar de sus malas experiencias, él se siente bien. Es ese amor que uno sí puede controlar, ese amor que no se tiene que mendigar. Ese mismo, al que tanto los pudientes como los impuntuales llamamos “autoestima”.


Artículo de una incansable viajera. Lorein Valencia vive con intensidad cada día. Sus aventuras son historias qué contar y esta es una de ellas: el amor según un trabajador del volante.

«Él, con mucha seguridad, me refirió: “Amor es quererse a uno mismo”. No denotaba duda alguna de su definición, su voz había sido firme a la hora de decírmelo, y pensé que quizá por la edad Victor (sin acento) ya no pensaba en novelitas de amor y poemas cursis».

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